martes, 31 de octubre de 2017

Gaudeamus omnes in Domino!

Gaudeamus omnes in Domino, diem festum celebrantes sub honore Sanctorum omnium: de quorum solemnitate gaudent Angeli et collaudant Filium Dei.

Con este bonito texto se abre la misa del día de hoy, en la solemnidad de Todos los Santos. Curiosamente, este introito es una adaptación del introito de santa Ágata, al que se le cambió el nombre de la santa por el de "Sanctorum omnium". También ocurrió lo mismo en el caso del introito de la Asunción. ¡Se puede decir que es un introito polivalente! Aquí os dejamos la versión que hace el cantor del canal Graduale Project, canal que pretende grabar –poco a poco– el Gradual entero, con una finalidad pedagógica.


Traemos también un poco de polifonía: el ofertorio Justorum animae, puesto en música a cinco voces por Orlando di Lasso (1532-1594):


Justorum animae in manu Dei sunt, et non tanget illos tormentum mortis: visi sunt oculis insipientium mori: illi autem sunt in pace.  
Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento. A los ojos de los insensatos parecían muertos; pero ellos están en paz (Sab 3, 1-3).

¡Feliz fiesta de Todos los Santos!

martes, 12 de septiembre de 2017

Razones para usar el latín en la misa

La cuestión de la lengua empleada en la liturgia está inevitablemente unida con la música sacra. Es por ello que enlazamos aquí un muy interesante artículo publicado en la web Liturgy Guy (en inglés): "7 Reasons for the Use of Latin in the Mass". En este artículo se ofrecen siete razones por las que el latín debería ocupar –como poco– un lugar privilegiado en la liturgia, también en el Novus Ordo. La razón principal que se puede esgrimir para el uso de la lengua vernácula es la comprensión del texto por parte de los fieles. Sin embargo, estas siete razones parecen tener mucho peso como para obviarlas. Especialmente para aquellos lectores que no dominen el inglés, ofrecemos aquí un breve resumen y comentario de dichos argumentos:
  • El latín es una lengua antiquísima: la Iglesia de rito romano ha realizado su liturgia en latín durante siglos y siglos: ya se usaba en las liturgias celebradas en las catacumbas por la Iglesia primitiva. Este elemento venerable se ha constituido en tradición: el latín ha sido la lengua empleada por casi dos mil años de historia.
  • Existe un elemento pedagógico: el latín –al no ser la lengua hablada por el pueblo– tiene un componente de misterio; dice a la asamblea que en el altar va a ocurrir algo misterioso que no puede ser comprendido por la mente humana (la transubstanciación). 
  • Es la lengua propia de los católicos. Muchos pueblos (como los judíos, apuntan en el artículo) han hecho uso para el culto de una lengua diferente a la hablada habitualmente por el pueblo. Cabe apuntar también que las Iglesias orientales en comunión con Roma (así como las Iglesias ortodoxas) también utilizan una lengua antigua, no hablada cotidianamente, que es la tradicional para el culto. La razón de mantener dichas lenguas (las que fueren en cada caso) es también la de manifestar el componente de misterio que, en los ritos orientales, suele expresarse muy claramente en sus gestos (en algunos de estos ritos la consagración tiene lugar tras una especie de biombo y nadie ve nada, salvo el celebrante). Cada rito debe usar la lengua que le es propia y con la que se ha desarrollado a lo largo de su historia. Y, en el caso del rito romano (así como de los otros ritos occidentales, como el hispánico o el ambrosiano) su lengua propia es el latín.
  • Es símbolo de la unidad y universalidad de la Iglesia Católica (católico = universal): una sola lengua común a todas las iglesias de rito romano en todo el mundo, recordando su vínculo con la ciudad de Roma, donde nuestra Iglesia tiene su origen. ¡Qué bello es que fieles de distintas naciones, que incluso no sean capaces de comunicarse en una lengua común, sí puedan juntarse a rezar y dirigirse a Dios simultáneamente, con las mismas palabras! 
  • Ayuda a evitar errores doctrinales a causa de las traducciones incorrectas (pensemos en el famoso pro multis, felizmente ya corregido en la tercera edición del Misal español). Además, hay que tener en cuenta que ciertas expresiones en latín (como en cualquier idioma) son intraducibles.
  • La asamblea no necesita comprender absolutamente todo lo que ocurre en la misa (ni siquiera el sacerdote puede comprenderlo todo, como el misterio de la transubstanciación).  Recordemos, por ejemplo, la presencia de oraciones secretas en la misa (¡también en el Novus Ordo!) cuya existencia la mayor parte de gente desconoce. Pensemos también en la gran fe y devoción que tenía antaño el pueblo cuando la misa se decía en latín, y gran parte  de la misma, en silencio. En el artículo se aporta una cita de san Agustín, quien defiende que no es necesario entender todo lo que se dice, sino que basta con saber que aquello que se dice es para glorificar a Dios.
  • La misa es, sobre todo, un sacrificio y no una enseñanza para el pueblo (eso debe tener lugar en una catequesis, por ejemplo). Las Iglesias protestantes conmemoran la Última Cena, por ello realizan un servicio de "oraciones e instrucciones" destinadas al pueblo, algo para lo que necesitan que el ministro mire hacia la asamblea y le hable en su lengua. Pero la misa católica no es eso: la misa, para los católicos, "es un sacrificio que el sacerdote, in persona Christi, ofrece a Dios Padre". Por ello, el sacerdote, en la mayor parte de la misa, no se dirige al pueblo, sino a Dios: por eso el presbítero debería mirar hacia Dios y no hacia el pueblo, y también por ello el uso del latín, como lengua que expresa mejor el misterio y como lengua "noble y majestuosa", como dice san Juan XXIII (Veterum Sapientia).
A todas estas razones, de un cariz doctrinal, nos permitimos aportar otras cuatro, sin duda menos importantes que aquellas relativas a la pedagogía litúrgica, pero que no podemos dejar de contemplar:
  • Una razón es de carácter estético: la belleza y la musicalidad de la lengua latina son innegables.
  • Una cuestión es cultural: en el caso de aquellos países donde hablamos lenguas románicas, no podemos olvidar nuestro origen: nuestras lenguas son una evolución del latín; debemos guardarle un respeto a nuestra lengua madre. Además, con ayuda de traducciones, el latín es muy fácil de seguir y comprender para todos los hablantes de lenguas romances. ¡No reneguemos de nuestros orígenes, no renunciemos a nuestra identidad!
  • Una tercera cuestión es práctica: la posibilidad por parte de los viajeros de comprender, seguir y contestar al ordo de la misa cuando se hallan en el extranjero. En muchas catedrales extranjeras (poco se ve en España), se tiene la costumbre de celebrar, al menos, una misa dominical con el ordinario en lengua latina. Cuando uno no habla ni pizca de finés, alemán, húngaro o croata, es muy agradable poder responder a la misa en la lengua común de los católicos.
  • Finalmente, una cuestión musical: el repertorio propio del rito romano es el gregoriano (en latín). Y toda la música polifónica escrita durante siglos para la liturgia se compuso en latín. No podemos desterrar este vasto patrimonio musical con el que es privilegiada la Iglesia Católica. No seamos bárbaros, por favor.
Con todo esto, no estamos pretendiendo imponer el latín como lengua única, ni que nunca jamás pueda usarse la lengua vernácula. Pero creemos que hay motivos más que suficientes como para que el latín sea una lengua privilegiada en la liturgia, y no una lengua prácticamente condenada al olvido. la indiferencia y el menosprecio, como se ve en la inmensa mayoría de iglesias españolas. 

PD.: El latín es la lengua que Sacrosantum Concilium manda para la liturgia romana (cf. nº 36, § 1). Apliquemos el Concilio, pero de verdad...

domingo, 27 de agosto de 2017

Reivindicando el coro de las catedrales como espacio litúrgico

Una de las características de la inmensa mayoría de las catedrales y colegiatas españolas es la de tener el coro "al medio" de la nave. Allí se reunían "en coro" (y se deberían reunir) los canónigos para el canto de la Liturgia de las Horas. Algunos de estos coros tienen una calidad artística de primerísimo orden.

Resulta chocante leer noticias como esta... Creo que por sí misma se comenta. ¿Qué tonterías son esas? ¿Qué "no tiene sentido en la liturgia contemporánea"? ¿Que es "antifuncional"? ¿Que no lo han quitado aún más que por su valor artístico? Ese coro lleva ahí siglos... déjense de chorradas, por favor. A los que habría que quitar es a cierta gente de ahí... Es una depravación aberrante solo el hecho de considerar la opción de eliminarlo.

Démosle el uso que le corresponde: el canto de la Liturgia de las Horas, en el lugar que le es propio, invitando a los fieles a participar del mismo (algo que pidió el concilio y que se ha aplicado muy poco). Se explica muy acertadamente en el siguiente artículo:



El canto del ordinario según el Kyrial (parte 2): propuestas prácticas

En el artículo anterior hablábamos acerca de la asociación de ciertas musicalizaciones gregorianas del ordinario de la misa con algunas fiestas o tiempos litúrgicos. Concretamente, acabamos citando la clasificación de melodías propuesta en el Graduale Romanum de 1908.



Antes que nada, y para que puedan disfrutar de música de fondo durante la lectura de este artículo, les recomendamos ir escuchando este vídeo, el Kyrie Stelliferi conditor orbis (XIII):



Pues bien: el Gradual de 1974, publicado por Solesmes, pensado para la liturgia Novus Ordo –en la que la clasificación de los días litúrgicos es ya distinta– solo propone un uso concreto para algunas de las misas:
  • I: Tempore Paschali
  • IV: In festis apostolorum
  • IX: In solemnitatibus et festis B. M. V.
  • X: In festis et memoriis B. M. V.
  • XI: In dominicis per annum
  • XVI: In feriis per annum
  • XVII: In dominicis Adventus et Quadragesimae
  • XVIII: In feriis Adventus et Quadragesimae et ad missam pro defunctis
A esto, se añade, en el Graduale Novum de 2011, la propuesta de utilizar las misas II y III para solemnidades, al igual que en el de 1908. 

Por tanto, y aunque no sea realmente obligatorio, hay unas cuantas misas que pueden usarse para ciertas ocasiones –según la tradición y las propuestas de Solesmes–, mientras que el resto se usarían en ad libitum.

Y ahora llegan nuestras propuestas prácticas: sería muy bonito que la asamblea recuperase la tradición de cantar el Ordinario de la misa usando las melodías gregorianas. En esa línea se trabajó en las primeras décadas del siglo XX, a raíz del motu proprio Tra le sollecitudine (1903) de san Pío X: 
Procúrese, especialmente, que el pueblo vuelva a adquirir la costumbre de usar del canto gregoriano, para que los fieles tomen de nuevo parte más activa en el oficio litúrgico, como solían antiguamente (Tra le sollecitudine, 3).
Y, ciertamente, donde es más plausible que la asamblea se una a la schola en el canto gregoriano es en las partes del Ordinario. Y, ¿por qué preferir las melodías gregorianas a otras para el Ordinario? Simplemente, por una sencilla razón: el canto gregoriano es el canto propio e inherente al rito romano, desarrollado junto a él a través de los siglos. Junto a la liturgia romana –al igual que ocurría con cualquier otro rito– se iban conformando unos cantos propios para esa liturgia, como parte integral de la misma. Es decir, el gregoriano no es una opción más, sino que es –de entrada– la opción. Esto fue frecuentemente olvidado con el paso de los siglos y ahí estuvieron grandes papas como san Pío X para marcar el camino correcto. También el Concilio Vaticano II confirmó esta doctrina: 
La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas (Sacrosantum Concilium, 116).
Ahora bien, parece que el caso que en esta materia se ha hecho al concilio es más bien poco: al contrario, inexplicable y desgraciadamente, se ha intentado borrar el canto gregoriano del mapa, para desastre generalizado de la Iglesia Católica y de sus fieles. Pero bueno, no nos desanimemos: ¡tal vez sea hora de aplicar el concilio de verdad!, aunque llegue con más de medio siglo de retraso...

Pues a eso vamos: que la opción preferida debe ser –de ordinario– la de las melodías gregorianas. Aunque, como los papas y el concilio reconocieron, también puede (y debe) darse cabida de forma muy noble a la polifonía. Quizás en muchas parroquias de tamaño mediano-grande sea posible llegar a cantar en polifonía para ciertas ocasiones solemnes. Pero... empecemos hoy por hablar del gregoriano: creemos que se puede llegar a cantar siempre el Ordinario de la misa en gregoriano y en latín: pensamos que no hace ninguna falta la lengua vernácula para estas partes de la misa. (1)

Además, hay algo que sería muy bonito recuperar: el hecho de asociar ciertas fiestas o tiempos litúrgicos con unas melodías en concreto. Así, por ejemplo, se podría cantar la misa IX (cum iubilo) en todas las fiestas dedicadas a la Virgen, la misa I (lux et origo) durante los domingos de Pascua, la XVII o XVIII para Adviento y Cuaresma, la XI (orbis factor) durante los domingos del tiempo ordinario, y tal vez la más popular De angelis (VIII) para ciertas solemnidades (2). De este modo, por una parte, ganaríamos en facilidad para aprender las melodías de cara a la asamblea y al coro, ya que es mucho más sencillo "machacarlas" durante una temporada, que cantarlas de forma esporádica. Pero no solo es una cuestión práctica, sino que simbólicamente sería algo muy bello: se crearía en los fieles un modo más para asociar los diferentes tiempos del año, dándoles a estos una unidad musical en su conjunto. Al igual que sucede con los colores litúrgicos, la música actuaría aquí de un modo similar.

Pero, ¿cómo (re)introducir estas bellas melodías perdidas para los fieles de hoy en día? (3) Pues es más fácil de lo que podría pensarse: poco a poco y sin prisas. Todo dependerá de la calidad musical de nuestro coro y de nuestra asamblea, pero quizás cada año puede introducirse una sola nueva melodía. Este es un objetivo totalmente plausible. Empecemos tal vez por las melodías más sencillas o aquellas que aún se cantan en algunas parroquias, como la misa de angelis o la misa XVIII. Una buena idea podría ser empezar cantando la misa De angelis para algunas solemnidades e introducir la misa XVIII para los tiempos de Adviento y Cuaresma. Si esto empieza a funcionar bien, al año siguiente (o quizás en un par) se pueden ir introduciendo nuevas misas, como Orbis factorCum iubilo o Cunctipotens genitor Deus, o también uno de los credos, por ejemplo el más popular de ellos, el Credo III. De este modo, en unos cinco años (o tal vez más), podríamos estar manejando unas cinco o seis misas gregorianas y un credo. Una vez llegados a ese punto, centrémonos en afianzar estas melodías por parte del coro y de nuestra asamblea. 

No nos preocupemos si al principio la asamblea no nos sigue: claro que no va a cantar al principio, y más sabiendo lo que le cuesta a la gente en España abrir la boca para cantar. Será necesario que oigan muchas veces las mismas melodías para empezar a animarse a hacerlo. Pero, si las "machacamos" así, es seguro que en unos pocos años podemos llegar a tener una asamblea cantando gregoriano a todo pulmón. Y quien no lo haga será porque no quiera, simplemente. Eso sí, preocupémonos de ofrecer a la asamblea en un folleto un par de cosas:
  • La partitura. Sí, en notación cuadrada, ¿por qué no? (en España, a la inmensa mayoría de personas les va a decir lo mismo la notación en pentagrama que la cuadrada...). Poco a poco irán aprendiendo y descifrarán de forma natural qué significan aquellos signos. Y, en todo momento, gráficamente les dará una pista gráfica, algo que les ayudará a animarse a cantar.
  • La traducción. Es cierto que todo el mundo conoce bien el Ordinario de la misa en español pero, para que no nos digan aquella excusa barata de "el latín no se entiende", ofrezcamos la traducción junto a la partitura. Lo ideal sería bajo el mismo texto latino, como permite realizar el programa gratuito y on-line Gregorio
Esta propuesta es un plan de trabajo de largo recorrido, pero creemos que merece la pena. Empecemos con lo más sencillo y de forma esporádica. Y, poco a poco, que la gente se acostumbre a ello y se vaya convirtiendo en norma. Y, también poco a poco y con paciencia, ya iremos aumentando el repertorio. ¡Qué gozada cuando se empiecen a ver los frutos!

PD: Les dejamos un vídeo del estupendo canal Graduale Project. Se trata del Sanctus de la misa XVIII, para quien quiera empezar a practicar. 😉





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(1) Recordemos que el latín es la lengua propia e inherente al rito romano, al igual que otras lenguas arcaicas lo son de los ritos orientales. También es una pena que esta antigua lengua se haya perdido: nunca debería haberse ido; el concilio no pidió eso, sino todo lo contrario. Pero es otro de los rasgos puramente católicos que, desgraciadamente, se perdieron con las innovaciones post-conciliares. Aunque, recordemos, igual de lícito es decir la misa (Novus Ordo) en latín de arriba abajo (o en parte) que en lengua vernácula: queda a decisión del celebrante.

(2) Esto no deja de ser una proposición, pero la selección de melodías a cantar es algo totalmente libre. Idealmente, algún día quizás lejano, estaría bien llegar a tener en uso todo o casi todo el Kyrial (como objetivo "ideal"...). También puede empezar usándose las misas propuestas en el Kyrial del Graduale Simplex que serían, supuestamente, las melodías más sencillas.

(3) ¡Qué fácil es destruir de un plumazo aquella riqueza litúrgica que se ha ido construyendo muy poco a poco a lo largo de los siglos! Pero, en cambio, ¡qué difícil es recuperarla cuando se ha perdido, aunque aún no haga tanto tiempo de ello! Ay... 

martes, 15 de agosto de 2017

El canto del ordinario según el Kyrial (parte 1)

¡Hola a todos y feliz fiesta de la Asunción!

Las partes fijas de la misa –es decir, las que siempre tienen el mismo texto– son conocidas como el Ordinario. Estas partes son: Kyrie, Gloria (cuando deba decirse), Credo (ídem), Sanctus y Agnus Dei. En principio, la música para estas partes es libre, siempre que sea de calidad y tenga las características propias de la música sacra, claro. Puede cantarse en gregoriano, en polifonía de cualquier época o de otro modo válido y adecuado. En el caso del gregoriano (que es el canto propio del rito romano), las melodías para estas piezas están recogidas en un libro conocido como Kyriale Romanum.

Sin embargo, y centrándonos solo en el corpus del repertorio gregoriano, tradicionalmente se han asociado algunas piezas del Ordinario con determinadas fiestas o tiempos litúrgicos. Es fácil entender que para los días más solemnes, desde siempre, se hayan reservado las piezas más melismáticas y adornadas, mientras que para las misas de diario o menos señalados litúrgicamente se usaran musicalizaciones más sencillas. Pero esta asociación también es debida a la creación –en tiempos medievales– de los tropos.

Los tropos eran versos que se insertaban entre los versos del texto del Kyrie, el Gloria, el Sanctus o el Agnus Dei (jamás en el Credo que, como profesión de fe, siempre tuvo, de forma inherente, un carácter "intocable"). Estos tropos unas veces añadían música y otras simplemente convertían una melodía melismática en silábica. Su finalidad sería explicar o comentar el texto. Sin embargo, el Concilio de Trento (1545–1563) prohibió esta práctica, con la voluntad de dar unidad a los textos cantados en toda la Iglesia, así como eliminar textos no propiamente litúrgicos (la mayoría de los cuales suelen estar tomados de la Sagrada Escritura, a diferencia de los tropos).

Pinchando aquí puede verse un vídeo donde se canta un Kyrie con el tropo "Cum iubilo", el cual hace referencia a la Virgen, por lo que sería un Kyrie destinado a fiestas marianas. Piezas como esta, tras el Concilio de Trento siempre se cantarían sin tropo, así:


Sin embargo, esta pieza no perdería su asociación mariana en los siglos sucesivos. Y lo mismo ocurrió con muchas otras piezas. En el siglo XVII y XVIII se hace popular el género de las misas de órgano, donde este "cantaba" algunos de los versos del texto litúrgico (otro día hablaremos de esta práctica...). Así, por ejemplo, el italiano Girolamo Frescobaldi (1583–1643) en su obra Fiori Musicali (Venecia, 1635) publica tres misas de órgano, donde este se alterna con el canto gregoriano, tomando la melodía gregoriana como cantus firmus para componer la parte del órgano. Y, ¿qué melodía toma para la "messa della Madonna" (la misa de la Virgen)? Pues precisamente el Kyrie "cum iubilo" anteriormente citado. Aquí puede verse dicho Kyrie:


Pues bien, llegamos al año 1908 y, por mandato del papa san Pío X, se publica la edición típica del Graduale Romanum, libro que contiene todos los textos y la música necesarios para la misa, incluyendo la parte del Ordinario en la sección del Kyrial. Para esta publicación, estos cantos se agrupan en colecciones de Kyrie-Gloria-Sanctus-Agnus, formando el concepto de "misa" (en sentido musical). Estas agrupaciones fueron hechas siguiendo el criterio de los monjes de Solesmes y, aunque responde normalmente a los usos tradicionales de las piezas, no deja de ser, en parte, una invención solesmense.

En el Gradual de 1908 estas colecciones de misas venían numeradas y, en la mayoría de casos, con un título. Dicho título proviene del antiguo tropo del Kyrie que encabeza cada misa. Además, se indicaba la ocasión para cada misa, del siguiente modo:

  1. Lux et origo, para el tiempo pascual.
  2. Kyrie fons bonitatis, en fiestas solemnes (1).
  3. Kyrie Deus sempiterne, en fiestas solemnes (2).
  4. Cunctipotens Genitor Deus, en fiestas dobles (1).
  5. Kyrie magnae Deus potentiae, en fiestas dobles (2).
  6. Kyrie Rex Genitor, en fiestas dobles (3).
  7. Kyrie Rex splendens, en fiestas dobles (4).
  8. de Angelis, en fiestas dobles (5).
  9. Cum iubilo, en fiestas de la Virgen (1).
  10. Alme Pater, en fiestas de la Virgen (2).
  11. Orbis factor, para los domingos del año.
  12. Pater cuncta, en fiestas semidobles (1).
  13. En fiestas semidobles (2).
  14. Jesu redemptor, en octavas que no son de la Virgen.
  15. Dominator Deus, en fiestas simples.
  16. En ferias durante el año.
  17. En domingos de Adviento y Cuaresma.
  18. En ferias de Adviento y Cuaresma, vigilias, témporas y rogativas.
Nótese que la clasificación de fiestas en solemnes, dobles, semidobles, simples, etc. era la propia de aquel momento. A parte de estos cantos, venían los Credos, así como otros Kyries, Glorias, Sanctus y Agnus sueltos, de forma adicional. Lógicamente, y como no es (ni era) obligatorio cantar el Ordinario en canto gregoriano, esta clasificación de cantos según las fiestas no era algo preceptivo (piénsese además en los cantos adicionales que acabamos de citar, que se pueden usar ad libitum). Sin embargo, esto podía servir de una orientación.

En una próxima entrada seguiremos hablando del tema y veremos qué han dispuesto los Kyriales posteriores.