martes, 12 de septiembre de 2017

Razones para usar el latín en la misa

La cuestión de la lengua empleada en la liturgia está inevitablemente unida con la música sacra. Es por ello que enlazamos aquí un muy interesante artículo publicado en la web Liturgy Guy (en inglés): "7 Reasons for the Use of Latin in the Mass". En este artículo se ofrecen siete razones por las que el latín debería ocupar –como poco– un lugar privilegiado en la liturgia, también en el Novus Ordo. La razón principal que se puede esgrimir para el uso de la lengua vernácula es la comprensión del texto por parte de los fieles. Sin embargo, estas siete razones parecen tener mucho peso como para obviarlas. Especialmente para aquellos lectores que no dominen el inglés, ofrecemos aquí un breve resumen y comentario de dichos argumentos:
  • El latín es una lengua antiquísima: la Iglesia de rito romano ha realizado su liturgia en latín durante siglos y siglos: ya se usaba en las liturgias celebradas en las catacumbas por la Iglesia primitiva. Este elemento venerable se ha constituido en tradición: el latín ha sido la lengua empleada por casi dos mil años de historia.
  • Existe un elemento pedagógico: el latín –al no ser la lengua hablada por el pueblo– tiene un componente de misterio; dice a la asamblea que en el altar va a ocurrir algo misterioso que no puede ser comprendido por la mente humana (la transubstanciación). 
  • Es la lengua propia de los católicos. Muchos pueblos (como los judíos, apuntan en el artículo) han hecho uso para el culto de una lengua diferente a la hablada habitualmente por el pueblo. Cabe apuntar también que las Iglesias orientales en comunión con Roma (así como las Iglesias ortodoxas) también utilizan una lengua antigua, no hablada cotidianamente, que es la tradicional para el culto. La razón de mantener dichas lenguas (las que fueren en cada caso) es también la de manifestar el componente de misterio que, en los ritos orientales, suele expresarse muy claramente en sus gestos (en algunos de estos ritos la consagración tiene lugar tras una especie de biombo y nadie ve nada, salvo el celebrante). Cada rito debe usar la lengua que le es propia y con la que se ha desarrollado a lo largo de su historia. Y, en el caso del rito romano (así como de los otros ritos occidentales, como el hispánico o el ambrosiano) su lengua propia es el latín.
  • Es símbolo de la unidad y universalidad de la Iglesia Católica (católico = universal): una sola lengua común a todas las iglesias de rito romano en todo el mundo, recordando su vínculo con la ciudad de Roma, donde nuestra Iglesia tiene su origen. ¡Qué bello es que fieles de distintas naciones, que incluso no sean capaces de comunicarse en una lengua común, sí puedan juntarse a rezar y dirigirse a Dios simultáneamente, con las mismas palabras! 
  • Ayuda a evitar errores doctrinales a causa de las traducciones incorrectas (pensemos en el famoso pro multis, felizmente ya corregido en la tercera edición del Misal español). Además, hay que tener en cuenta que ciertas expresiones en latín (como en cualquier idioma) son intraducibles.
  • La asamblea no necesita comprender absolutamente todo lo que ocurre en la misa (ni siquiera el sacerdote puede comprenderlo todo, como el misterio de la transubstanciación).  Recordemos, por ejemplo, la presencia de oraciones secretas en la misa (¡también en el Novus Ordo!) cuya existencia la mayor parte de gente desconoce. Pensemos también en la gran fe y devoción que tenía antaño el pueblo cuando la misa se decía en latín, y gran parte  de la misma, en silencio. En el artículo se aporta una cita de san Agustín, quien defiende que no es necesario entender todo lo que se dice, sino que basta con saber que aquello que se dice es para glorificar a Dios.
  • La misa es, sobre todo, un sacrificio y no una enseñanza para el pueblo (eso debe tener lugar en una catequesis, por ejemplo). Las Iglesias protestantes conmemoran la Última Cena, por ello realizan un servicio de "oraciones e instrucciones" destinadas al pueblo, algo para lo que necesitan que el ministro mire hacia la asamblea y le hable en su lengua. Pero la misa católica no es eso: la misa, para los católicos, "es un sacrificio que el sacerdote, in persona Christi, ofrece a Dios Padre". Por ello, el sacerdote, en la mayor parte de la misa, no se dirige al pueblo, sino a Dios: por eso el presbítero debería mirar hacia Dios y no hacia el pueblo, y también por ello el uso del latín, como lengua que expresa mejor el misterio y como lengua "noble y majestuosa", como dice san Juan XXIII (Veterum Sapientia).
A todas estas razones, de un cariz doctrinal, nos permitimos aportar otras cuatro, sin duda menos importantes que aquellas relativas a la pedagogía litúrgica, pero que no podemos dejar de contemplar:
  • Una razón es de carácter estético: la belleza y la musicalidad de la lengua latina son innegables.
  • Una cuestión es cultural: en el caso de aquellos países donde hablamos lenguas románicas, no podemos olvidar nuestro origen: nuestras lenguas son una evolución del latín; debemos guardarle un respeto a nuestra lengua madre. Además, con ayuda de traducciones, el latín es muy fácil de seguir y comprender para todos los hablantes de lenguas romances. ¡No reneguemos de nuestros orígenes, no renunciemos a nuestra identidad!
  • Una tercera cuestión es práctica: la posibilidad por parte de los viajeros de comprender, seguir y contestar al ordo de la misa cuando se hallan en el extranjero. En muchas catedrales extranjeras (poco se ve en España), se tiene la costumbre de celebrar, al menos, una misa dominical con el ordinario en lengua latina. Cuando uno no habla ni pizca de finés, alemán, húngaro o croata, es muy agradable poder responder a la misa en la lengua común de los católicos.
  • Finalmente, una cuestión musical: el repertorio propio del rito romano es el gregoriano (en latín). Y toda la música polifónica escrita durante siglos para la liturgia se compuso en latín. No podemos desterrar este vasto patrimonio musical con el que es privilegiada la Iglesia Católica. No seamos bárbaros, por favor.
Con todo esto, no estamos pretendiendo imponer el latín como lengua única, ni que nunca jamás pueda usarse la lengua vernácula. Pero creemos que hay motivos más que suficientes como para que el latín sea una lengua privilegiada en la liturgia, y no una lengua prácticamente condenada al olvido. la indiferencia y el menosprecio, como se ve en la inmensa mayoría de iglesias españolas. 

PD.: El latín es la lengua que Sacrosantum Concilium manda para la liturgia romana (cf. nº 36, § 1). Apliquemos el Concilio, pero de verdad...